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La mentira en México

Un valor con mucha frecuencia presente en las declaraciones de valores de las empresas es la honestidad, que suele definirse en la línea de la "congruencia entre pensar, decir y actuar".

En mis años de experiencia en el terreno de la cultura corporativa, nunca me topé con una sola persona que no apoyara enfáticamente el hecho de que este valor se incorporara al marco ético de su organización. Cierta ocasión, en una empresa paraestatal mexicana los responsables de sacar adelante el value statement de la misma dudaron al llegar al tema de la honestidad, pero sus inquietudes resultaron más de forma que de fondo: acordaron llamarlo integridad para evitar posibles problemas (no me aclararon cómo ni con quién).

Por otra parte, es comúnmente aceptado que el valor central en las relaciones de negocios es la confianza.

En este contexto, resultan especialmente interesantes los resultados del último Tracking Poll Roy Campos (¿qué onda con el branding?) de Consulta Mitofsky. De acuerdo con este estudio --que, dicho sea de paso, presenta áreas de oportunidad en materia de diseño gráfico y redacción--, la palabra de los mexicanos es de dudosa calidad. Tomo del resumen publicado en el web site de Consulta Mitofsky la siguiente información:

  • Los mexicanos nos clasificamos a nosotros mismos como poco mentirosos; mientras siete de cada diez se dice nada o poco mentiroso, sólo dos se aceptan como regular o muy mentirosos.
  • Los hombres se asumen como más mentirosos que las mujeres, las personas mayores a 50 años dicen estar menos en esa condición, lo mismo que las amas de casa.
  • Los estudiantes no tuvieron reparo para clasificarse como los que más mentiras dicen (55% manifestó mentir a sus padres, aunque quienes somos profesores sabemos muy bien que los padres no son los únicos a los que les mienten).
  • 27% de los hombres encuestados y 21% de las mujeres, aceptó mentir a sus jefes ¡Aguas! ¿Y la honestidad dónde queda? Porque hay que considerar que uno de cada tres hombres y una de cada dos mujeres de la encuesta no tienen jefe, lo cual en números muy gruesos (no hay datos en la información disponible para hacer cálculos más finos) nos lleva directamente a la idea de que cerca de la mitad de las mujeres mienten a sus jefes, y tres o cuatro de cada diez hombres hacen los mismo.
  • Aun considerando a los que dicen no mentir, los mexicanos aceptamos decir en promedio casi cuatro mentiras de todo tipo al día; es decir, si esto fuera cierto, en el país se estarían escuchando aproximadamente 260 millones de mentiras diarias, 180,000 por minuto.
  • Los amigos son las principales víctimas de las mentiras. Con esos amigos...
  • La necesidad, la conveniencia o el evitar conflictos son las principales excusas que ponemos para decir mentiras, sin embargo, observamos por ejemplo, que la “diversión” es un motivo ligeramente más femenino que masculino.
  • En conclusión, prácticamente dos de cada tres mexicanos pensamos que la mentira es necesaria y justificable, opinión que incluso pasa del 75 por ciento en estudiantes y entre población más escolarizada.

Es interesante ver los números y la información desglosada en el reporte, aunque de ningún modo es sorprendente. Los mexicanos nos encontramos entre las personas más desconfiadas del mundo (un día con tiempo buscaré la investigación que soporta esta afirmación) y estoy convencido de que la base de la desconfianza es la conciencia de lo poco digno de confianza que puede ser uno mismo. "El ladrón cree que todos son de su condición."

Otro tema, para hincarle el diente en otras ocasiones --una no basta--, es el de los metirosos profesionales: políticos, donjuanes, abogados, comunicadores, publirrelacionistas, líderes sindicales, profesores, etc., etc. (no todos, claro, no todos).

Y bueno, no puedo cerrar esta entrada sin decir que no pierdo de vista que hay de mentiras a mentiras, que muchas pequeñas mentiras hacen una grande, que las mentiras a fuerza de repetirlas acaban convirtiéndose en verdad, que entre broma y broma la verdad asoma, etc. O sea, que el tema es mucho más profundo que lo que 1,000 mexicanos le dijeron al equipo de Roy Campos, en el supuesto de que al contestar la encuesta no hayan mentido.

Mucho menos pierdo de vista que, como dicen el lema de mi universidad y los evangelios (Juan, 8,32): "la verdad nos hará libres".

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